lunes, 19 de abril de 2010

(mi)Duelo

Hoy he tenido la necesidad de coger "Cartas para Claudia" y abrirlo por la página cuya esquina doblé la primera vez que la lei:

CARTA 26

Así es cariño, también dejar una casa implica un duelo.

La palabra duelo, etimológicamente, está relacionada con el concepto del dolor; consiste en la elaboración que realizo internamente cuando me separo de alguien o de algo. Cuanto yo haya querido a ese alguien o ese algo, marcará la intensidad y duración de ese duelo, pero no su existencia. Siempre hay un duelo por el que pasar después de una separación.

Nuestra educación conspira contra la elaboración y aceptación de nuestros duelos. Recuerda los mensajes de nuestros padres y profesores ante nuestras pérdidas infantiles: "Bueno ya ha pasado", "No llores más", "Ya tendrás otro mejor"... Tenemos el duelo. El dolor aparece como una tremenda amenaza a nuestra integridad y entonces, nos defendemos.

El intento más común es no comprometerse afectivamente con nada ni nadie, en la fantasía de que "si no quiero a nada ni nadie, tampoco me dolerá perderlo". Aviso: NO FUNCIONA. No solo no funciona porque este razonamiento impide el compromiso, el contacto y la intimidad, si no además porque, como te dije, el duelo no depende de cuánto queramos lo que perdemos.

El segundo intento es más terrible aun: no separarme nunca de nada. [...]

Por supuesto en las relaciones humanas nuestros semejantes han encontrado infinitas variables sutiles de este intento de no soltar nunca nada, y muchos aconsejan tomar cierta distancia de las cosas o las personas (hasta no estar seguro...).

Este modelo es conocido por las personas que no soportan la idea de separarse pero tampoco pueden permanecer juntas y entonces "dicen" que se separan. El "dicen" significa que solo es aparente. En realidad se siguen viendo tanto o más que antes; están pendientes de lo que el otro dice, piensa, hace o quiere; y en muchos casos salen juntos, terminando la noche en la cama, haciendo el amor más frecuentemente que cuando estaban juntos.

He visto muchas veces la complicidad feroz de este juego siniestro. Siguiendo los designios de un sádico guionista ambos empiezan a distanciarse casi festejando delante de sus amigos la pronta separación. Sin embargo basta que uno de los dos intente comenzar otra relación o se aleje más de lo pactado para que el otro se acerque a recordar viejos tiempos, a intentar corregir, y sobre todo a abortar el duelo del otro. Con el tiempo, como en los juegos de la vida, el otro se quede y es éste que se acercó el que se aleja esperando, claro, el boicot del primero...

Existe por último un tercer intento de huir de los duelos y es simplemente, negarlos. Esa situación de pérdida no existe.

"Está confundido, volverá a mi", "Alguien le ha estado llenando la cabeza, pero no lo dice en serio"...

Esta conducta pospone el duelo, pero no consiguen evitarlo.

Me importa vivir con toda mi plenitud mis duelos por mis pérdidas, mis cambios. Si no me puedo separar de aquello que hoy no está, no podré sentirme libre para vincularme con lo que en este momento si que está aquí.


JORGE BUCAY